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Salomón Rondón: El nacimiento de un gladiador

Nació en un barrio humilde de Caracas y desde niño quiso llegar a lo más alto trabajando. Muchas piedras en el camino pudo cortar su proyección. Hoy es el mejor futbolista venezolano de toda la historia.

Máximo goleador de toda la historia de la Selección de Venezuela. 146 goles en el fútbol profesional. Titular indiscutible en los equipos de las mejores ligas del mundo por los que ha pasado. 90 millones de euros en traspasos. Futbolista venezolano mas caro en toda la historia. Jugador extranjero mas joven de la historia de la UD Las Palmas en marcar un gol en competición oficial. Goles en Champions League, Europa League, Copa América, ante el Barcelona de Guardiola, en el Guiseppe Meazza frente al Inter de Milán, campeón de Liga con el Zenit…Todos estos logros los reúne una persona, que de primeras se puede pensar que siempre ha tenido una vida cómoda y llena de lujos, pero esa falsa expectativa no supera a la realidad de José Salomón Rondón Giménez, conocido desde hace 12 años en el mundo del fútbol como Salomón Rondón.

Hoy escribo sobre la historia de superación de posiblemente el mejor futbolista venezolano de toda la historia. Un hombre y un padre hecho a si mismo. Un futbolista nacido de la calle, en un barrio de 400.000 habitantes (Catia) de la ciudad más peligrosa del mundo, Caracas. Desde allí quiso triunfar en la vida y en el fútbol. Devolver todo lo que su padre y forjador de su vida, José Rafael Rondón, y su madre y confidente, Maitana Giménez, hicieron por él desde que llego a este mundo. Detrás del foco de la estrella se esconde un trabajo imparable de 30 años, desde que nació con un balón de fútbol entre sus brazos, para llegar a ser el mejor futbolista de Venezuela. Tras las bambalinas de los goles y trofeos hay un hombre que se dedicó desde niño, en su barrio de Catia, a intentar ser el futbolista y padre que es a día de hoy.

Todo comenzó en un barrio de Caracas donde se escuchaban más disparos de bala que de un balón de fútbol. Y la pelota que mas sonaba era la pequeña pero dura del beisbol, el deporte rey en Venezuela (desde entonces ha disminuido la diferencia con el fútbol). Salomón era una especie rara, pues el único bate al que se acercaba era al palo de escoba para jugar a las chapitas, un juego que le encantaba y que consiste en pegarle a una tapa de botella con un palo de escoba. El pequeño Rondón se había enamorado de la pelota de fútbol, no quería saber nada con el béisbol, y eso que tanto su padre como su hermano son grandes aficionados al béisbol.

Imagen vía: FOX Sports

A Salomón le daba igual que en su casa siempre se hablara de béisbol, él iba con el balón de fútbol para todos los lados. Sí, con pelota, pero con unas dificultades enormes para encontrar con quien jugar. Por eso ingreso al colegio San José de Calasanz, una escuela de curas españoles donde el fútbol se practicaba de una forma más competitiva que en cualquier club de fútbol de la ciudad. Salo vivía enamorado del fútbol, hasta que en su vida apareció el baloncesto. Un deporte al que en apenas dos meses agarro tan nivel de obsesión que no iba a clase para poder jugar al baloncesto, llegando incluso a verse más en un futuro siendo jugador de baloncesto que futbolista.

Quienes lo vieron jugar al baloncesto dicen que tenia grandes condiciones físicas, era alto y espigado, y técnicas para practicar este deporte y era muy bueno. De hecho, era el armador de su equipo y su máximo ídolo y fuente de inspiración en el deporte siempre ha sido Michael Jordan, por eso siempre lleva el dorsal 23 en su honor. Pero, en favor del fútbol y sus aficionados, apareció el padre de Salomón, que no tenia ni idea de fútbol, para devolverle al camino del fútbol. «Papa, no quiero jugar más al fútbol. Ya no me llena, quiero jugar al basket porque me gusta». El padre, que nunca había golpeado un balón, pero que sabia que Salomón tenia la virtud más preciada en el fútbol: el gol; le dijo al hijo que viera fútbol y lo empezó a llevar a los estadios. Salo se fijo en Ronaldinho y sus sombreros y caños, pero el padre volvió a dar en el clavo: Gol, gol y gol.

Cuando tenia 13 años, durante una cena, Salomón le dijo a su familia que quería dejar el octavo grado del colegio porque quería dedicarse a ser futbolista. A su padre, profesor de Quimica, se le atraganto la comida y le advirtió a Salomón que ni se le ocurriese volver a decir algo así. Tres años más tarde, Maitana y José Rafael le dejaron mudarse a Maracay para jugar con el Aragua, pero con la única condición de que debía terminar el bachillerato. Salomón cumplió. Pero, ¿Cómo llego al Aragua? A los 15 años, Rondón empezó a jugar para el Deportivo Gulima, equipo juvenil donde compartió vestuario con Roberto Rosales. El equipo capitalino se enfrento al equipo sub-20 del Aragua, contando con la presencia en directo de Wilmer Ceballos, entrenador del primer equipo. Salo se salió, Ceballos se enamoro e inmediatamente llamo al presidente del club: «Me traen a ese chamito al Aragua».

Entre Caracas y Maracay hay una distancia en coche de una hora y media de trayecto, pero fin al cabo Salomón se separaba de su familia por primera vez en su vida. A pesar de que vivía en la casa club del Aragua, los padres de Rondón se esforzaban y sacrificaban para llevarle la comida de la casa a Maracay. Poco duró en el filial del Aragua, pues rápidamente subió al primer equipo, debutando en Primera División un 8 de octubre del 2006 en un derbi ante el Carabobo. Su estreno goleador, en forma de doblete, se produjo frente al Caracas, el mejor equipo del país. Posteriormente, marcando tres goles en 9 partidos, Rondón fue trascendental para que el Aragua ganara la Copa Venezuela 2007, el título más importante del conjunto de Maracay en toda su historia. Con apenas 17 años, Salomón Rondón ya hacia mucho ruido tanto dentro como fuera de Venezuela.

El descubridor europeo de Salomón Rondón fue Juan Mata, quien sigue siendo su representante. En uno de sus viajes a Venezuela, Mata quedo sorprendido con el talento, olfato goleador y grandes condiciones físicas del vinotinto, e inmediatamente lo empezó a ofrecer a clubes españoles y europeos. Uno de ellos fue la UD Las Palmas, a quien por mediación de Javier Vidales, por aquel entonces secretario técnico del club canario, le entrego unos dvds con jugadas de Salomón. Vidales lo tenia claro: iba a ser un jugador de Primera División en las mejores ligas del mundo. ¿Cuál era el problema para acometer el fichaje? «En ese momento sólo había tres plazas de extranjero y evidentemente ocupar una de ellas con un chico desconocido de 17 años era poco vendible». Durante semanas y meses, Vidales insistió e insistió al club en fichar a Salomón. Finalmente el presidente Miguel Ángel Ramírez puso el semáforo en verde al fichaje, pero faltaba el «ok» definitivo del jugador.

Imagen vía: El Intra Sports

Salomón, además de la oferta de Las Palmas, tenia otra del Caracas, el mejor equipo de Venezuela y que disputaba la Copa Libertadores. El día que debía poner rumbo hacia España, Rondón hablo con su confidente, su mama, y le dijo: «Tengo miedo». Su papa, que había logrado escuchar esa conversación entre madre e hijo, bajo las maletas, agarro las llaves del coche y le dijo a Salo: «Venga, te vas a ir». Rondón recibió ese impulso que necesitaba, se despidió de su familia, se subió al coche y dejo la casa que lo vio nacer para cumplir el sueño por el que tanto él como su familia habían trabajado durante todos esos años.

Llega a Las Palmas, a España, a la mejor liga del mundo, pero no todo eran rosas en el camino. A pesar de que seis días después de su presentación marcó un gol ante el Barcelona B en el torneo amistoso de San Ginés, el trayecto de Salomón en Europa empezó por los suelos. En su primer entrenamiento, Salo no sabia controlar el balón, lo que provoco risas entre sus compañeros y caras de preocupación en el cuerpo técnico. «Pusieron los conitos amarillos. Nunca los había visto en mi vida. Me dijeron: controla el balón y esquiva los conos». Salomón termino por los suelos, con el entrenador Juan Manuel Rodríguez pensando en que le habían traído y con los fisios deseando que se lesionara para todo el año.

Por los suelos en los entrenamientos, sin poder jugar por problemas en el transfer internacional y viviendo sólo en una isla con 18 años y a 10.000 kilómetros de distancia de su familia. Fue muy duro, pero Salomón se levanto y se puso el mono de trabajo: «Entrenaba dos horas por la mañana con mis compañeros y a la tarde volvía una hora y media más: controles y patear a portería». A Javier Vidales, que esa temporada paso a ser el entrenador del equipo, le pedía más después de 2 horas de entrenamiento. «Cogía el saco de los balones y se ponía solo a disparar a puerta». Salomón trabajo y trabajo, y la recompensa ha sido todo los resumido en el primer párrafo de este reportaje.

Y el último párrafo lo dejo para aportaros mi experiencia personal con Salomón. En 2008 y 2009 tenia 11 y 12 años, y cada vez que el colegio me lo permitía me iba con mi padre a los entrenamientos en el Estadio Gran Canaria y en Barranco Seco (Ciudad Deportiva de Las Palmas). Cuando los jugadores se ponían a tirar a puerta, yo me colocaba detrás de la portería en modo recogepelotas. Recuerdo que al futbolista que mas le devolvía el balón era ese joven moreno que acababa de llegar al equipo. Al finalizar el entrenamiento, esperaba a que mi padre finalizara sus pertinentes reuniones para irnos a casa, y, desde la escalera que unía el vestuario con el terreno de juego veía como en la soledad del Gran Canaria ese joven que ni siquiera sabia como se llamaba disparaba a puerta sin parar. Salomón fue el primer futbolista que me enseño que no importa cuantas veces te caigas, importa cuantas veces te levantas. Gracias Gladiador.

Imagen principal vía: Rayner Peña.

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