
Artículo de opinión sobre el fútbol sobresaliente que puede salir de una combinación entre culés y madridistas.
Cuando la Liga Santander descansa, los bostezos acechan en el aficionado español porque los parones de selecciones no terminan de atraer del todo al aficionado. Al fin y al cabo, la crisis del coronavirus ha acelerado la celebración de los torneos de clubes para dar paso a la deseada Eurocopa, aplazada debido al confinamiento implantado a mediados de marzo de 2020.
Al mismo tiempo, siempre duele ver como la incertidumbre por conocer el desenlace del Campeonato ligero, la Copa del Rey y la Liga de Campeones se incrementa con el parón. Al mismo tiempo, la falta de actualidad de clubes por el parón acaba incitando a la reflexión, sobre todo de dos de los equipos más importantes del fútbol español, el Real Madrid y el F.C. Barcelona.
Somos perfectos y polos opuestos
Parecen ser dos rivales abocados al enfrentamiento continuo, ya que son el reflejo del debate socio-político-económico que impera en este país. No obstante, la llegada de Johann Cruyff a la ciudad condal para entrar a la entidad blaugrana en 1988 supuso la apertura del debate futbolístico, ya que pretendía implantar las ideas del fútbol total basado en el espectáculo que tan grande hicieron al Ajax y a Holanda en los años 70.
El ideal «salir y disfrutar» que tenía marcado a fuego el holandés quedaba contrapuesto ante el pundonor madridista de los «noventa minuti» liderado por Juanito y a la furia española de la selección. De este modo, el debate estaba servido y se iba a iniciar en unos años 90 impregnado por el nihilismo de los ultras, la corrupción por el excentricismo de determinadas figuras presidenciales y la flexibilización del mercado de fichajes ante las primeras huellas de la nacida Unión Europea.
Todos estos problemas aparecidos fuera de los terrenos de juego dejaron este debate en su segundo plano. Afortunadamente, a pesar de las diferentes modalidades deportivas, las similitudes imperan porque en todas ellas se persigue el objetivo de ganar. La selección española masculina de waterpolo en los JJOO de Barcelona 1992 fue una prueba de ello.
Paralelismos waterpolistas
El waterpolo, entre otros deportes, tiene una gran tradición en Cataluña, tierra en la que existe una mayor cultura polideportiva. En aquel lugar empezó a encandilar un waterpolista bajito, inteligente capaz de hacer arte en el agua llamado Manel Estiarte. Su potencial le llevó a debutar como jugador profesional en plena adolescencia, llegando a acumular tres JJOO durante los años 80.
Era el mejor de una selección española, pero su individualidad restaba calidad al equipo a pesar de su día a día, suponiendo la puesta en escena de un complejo de inferioridad ante equipos con mayor potencial como Rusia. Por el contrario, una horda de jóvenes madrileños descarados como Jesús Rollán, Miki Oca o Pedro García Aguado, entre otros, aterrizaron en el combinado nacional.
Estos últimos se caracterizaban con una indisciplina que estaba descompensaba por no achicarse ante las adversidades y resistirse a ser gobernados. Aunque el clan liderado por Estiarte eran reacios a esa falta de constancia y de respeto a la jerarquía, comenzó a contagiarse su carácter guerrero, mientras que los madrileños comenzaron a valorar el trabajo del día a día.
Uniones memorables
Esa unión se hizo evidente en una selección que estuvo compitiendo durante una década por todos los títulos, llegando a ganar dos Mundiales (1998 y 2001), una plata olímpica en 1992 y un oro deseado en los JJOO de Atlanta 1996.
Esta unión también se ha manifestado en Balonmano cuando el BM Ciudad Real con Hombrados o el F.C. Barcelona con Albert Rocas unían fuerzas o en Baloncesto entre los madridistas Felipe Reyes o Sergio Llull junto a culés como Juan Carlos Navarro o Ricky Rubio.
Pero la unión no va más allá en la búsqueda de un objetivo común, también toca trabajar en el modo de ganar. El mejor F.C. Barcelona de la historia en manos de Pep Guardiola jugaba al tiki taka, mientras que el mejor Real Madrid, el de Carlo Ancelotti, jugaba a la contra sin renunciar al buen trato de balón. Ambos buscaban el ataque, pero con grandes matices.
El Sabio colchonero conciliador
Los de Pep realizaban unas transiciones mucho más lentas con la finalidad de evitar espacios en defensa, mientras que los de Carlo usaban menos el balón para ofrecer un fútbol más directo. De este modo, no perdían el posicionamiento defensivo. La combinación de ambos estilos la entendió Don Luis Aragonés, el gran maestro de la contra.

Allá por 2008, además de no temblarle en echar a pesos pesados, tuvo la capacidad de juntar a personas con ADN Barça, David Silva, Xavi, Iniesta, Cesc Fábregas o David Villa. Todos ellos han acabado bajo la tutela de Pep Guardiola. También entrenó en aquella Eurocopa a gente de garra madridista como Iker Casillas, Sergio Ramos, Álvaro Arbeloa, Rubén De la Red o Xabi Alonso.
La mayoría de ellos no jugaban en los grandes de la Liga, pero la victoria en aquella Eurocopa les catapultó a los cocos españoles. Al fin y al cabo, estamos en tiempos de recesión debido al COVID-19, y el producto nacional ayuda a nivel doméstico, como a nivel internacional. Mucha gente está cansada de tener lagunas de sueño cuando juega la selección española.
Imagen vía: @SeFutbol