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No hay peor degradación humana que el racismo

La enorme ola de movimientos en contra del racismo ha sacudido durante los últimos días a prácticamente todos los países del globo. La respuesta de comprensión y apoyo a la causa tras la muerte de George Floyd fue unánime por una parte de la población.

Mucha gente hemos experimentado numerosos sentimientos, en ocasiones muy difíciles de explicar, tal es la rabia que todos y cada uno de nosotros sentimos cuando episodios injustos de tal magnitud se nos ponen en frente.

Parece que con esta encrucijada impropia de una sociedad que, recordemos, está en pleno siglo XXI, el fútbol como tal ha quedado un poco a un lado. No obstante, han sido innumerables las muestras de solidaridad mostradas por diversos jugadores en los terrenos de juego. De la misma manera, muchos damnificados en el pasado aprovechan para hacer eco de las penurias a las que se han visto sometidos. Estos luchan y abogan por acabar con una lacra, el racismo, que, pese a asemejar estar escondida, se mantiene latente en estadios de todo el mundo.

A modo de inicio, quién mejor que el encargado de hacer cumplir el reglamento. Iturralde González, quien fue árbitro profesional, tras una excelsa trayectoria en los terrenos de juegos, mostró en una entrevista para cadena SER su desagrado ante lo acontecido en los Estados Unidos.

Además, lanzó una crítica en relación a los clubes, en especial al suceso de Iñaki Williams y el Espanyol. Afirma que aquellos insultos hacia su persona no conllevaron a una sanción de su merecido calibre. Pidió a su vez, en repetidas ocasiones, respeto a los jugadores, independientemente de su color de piel. Además, el colegiado sostiene que la clave para pararlo es que los futbolistas que lo sufren se sientan apoyados por compañeros y rivales y abandonen el terreno de juego.

En segundo lugar, Carlos Kameni, un viejo conocido de nuestro fútbol. El cancerbero perico también recordó un episodio racista en el estadio de la Romareda. Rememoró los cánticos simulando un mono que le cayeron por parte de un sector de la afición y de los recogepelotas. El camerunés no se podía explicar cómo podía suceder algo en un país tan avanzado como España.

Pese a permanecer en silencio durante años, recientemente ha realizado una entrevista para Movistar + donde habló sobre la parte menos bonita de este deporte:

“El árbitro se portó muy bien y me dijo que si podía seguir. En el descanso, los compañeros no me podían mirar por lo ocurrido. Fue difícil superarlo, pero con el tiempo acabé asimilándolo”.

Por parte de la leyenda del atacante barcelonista, Samuel Eto’o, sus vivencias no siguieron un curso diferente. Previamente a los problemas que se le presentarían sobre su estancia en la la Serie A, el camerunés militó en LaLiga con el club blaugrana, recibiendo múltiples insultos racistas. En el año 2004 y 2005, en sendas visitas a Getafe, la afición local realizó cánticos xenófobos durante la mayor parte de los 90 minutos. Adicionalmente, en 2006, visitó Zaragoza y la grada de La Romareda imitó de nuevo los sonidos de un mono, hecho por el cual el delantero intentó abandonar el campo.

Eto’o siempre ha defendido la importancia del fútbol africano en la cultura balompédica mundial. Orgulloso de sus raíces, en todo momento ha luchado contra las injusticias que campaña tras campaña, se le han presentado. Hasta incluso en los banquillos el delantero afirma una gran batalla aún por vencer para lograr la igualdad en un deporte al que “jugamos todos”.

Todo lo anterior, sumado a los números apoyos por parte de diferentes equipos y jugadores como el Liverpool, Borussia Dortmund, Jadon Sancho o Thuram, dan pie a la esperanza. Dan pie a concienciar por medio del ocio y el deporte que lo primordial, la igualdad y respeto, es lo verdaderamente importante. Que se ha de acabar ya con el rechazo hacia las personas de color, en todos los ámbitos, tanto deportivos como extradeportivos.

Volviendo a lo anterior, las ya mencionadas muestras de vandalismo, así como las descritas de apoyo, son la respuesta que se ha dado ante una serie de execrables crímenes. Todo esto no hace más que demostrar una postura de una parte de nuestra sociedad, ante situaciones tan desmoralizantes y cruentas como las vividas. Ha llegado un punto crítico, y no solo eso, los límites han sido superados.

La meta, por ende, es clara, pero no hay una fórmula mágica para alcanzarla. Sin embargo, si esto no se hace frente ahora, el fracaso venidero será más que seguro. Hay múltiples ámbitos de acción, tales como empezar a implementar políticas públicas y ejecutar acciones institucionales (en forma de sanciones y medidas policiales contra el delito de odio y contra los clubes o jugadores involucrados).

No se puede olvidar tampoco que es vital asumir y visibilizar que somos una sociedad etnocéntrica. Que nuestras costumbres, discursos y actitudes son en muchas ocasiones racistas y machistas, de una manera sistémica y normalizada. Es por esto último que se precisa asumir la responsabilidad para cambiarla. ¿Cómo?. Bien inculcando a los más niños, desde el fútbol base, en la sensibilización, igualdad y respeto, como también mediante la modificación de forma progresiva del lenguaje.

Tanto en las calles como en los estadios la buena fe y el nulo espíritu crítico de individuos que cuesta llamar personas, aviva y ayuda a perpetuar el racismo. Una práctica que debía haberse abandonado desde hace muchos años.

De hecho, no debería haber siquiera existido. Pues, en la vida, al igual que en el fútbol, pese a las diferencias entre razas o posiciones, todos y cada uno somos iguales. Igual de importantes, igual de válidos, iguales en cuanto a derechos y deberes. Igual significa equidad, sin excepción, basta ya de injusticias.

 

Imagen Principal: UEFA

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