Primera parte de la biografía deportiva de Luis Aragonés que cuenta su estancia como jugador profesional entre los años 60 y 70
Dicen que el fútbol es un engañabobos, o incluso otros lo tratan como el opio del pueblo para no entenderse de lo que pasa realmente. Pero quién sabe indagar en lo más profundo de cada alma puede encontrar sabiduría en el deporte rey que tan cautivado tiene a la humanidad.
Uno de los casos es en Luis Aragonés, también llamado «sabio» de Hortaleza que falleció a los 75 años. Además, dio la sensación de no haber sido lo suficientemente valorado en vida, sobre todo sabiendo que fue una persona nacida en plena Guerra Civil, concretamente un 28 de julio de 1938.
Sin duda, nació en un momento crítico para la sociedad española, ya que el hambre acechaba sin cesar, sobre todo en un lugar humilde como el distrito madrileño de Hortaleza. Allí, su padre le enseñó el valor del buen samaritano cuando no tuvo problema en acoger a una veintena de personas deseosas de meterse un trozo de pan a la boca. Estos valores los adquirió Aragonés para aplicarlos en su trayectoria como futbolista, que debió agarrarse cuando su padre falleció y, en consecuencia, dejó los estudios.
Cerca del Real Madrid, sin llegar a ser madridista
Pero su amor a la pelota le iba a otorgar una historia inolvidable, por muy extraños que fuesen sus andares, posteriormente catalogados como «zapatones». El primer club en hacerle un contrato profesional fue el Getafe a sus 18 años de edad entre los años, siendo el primer eslabón de una prometedora profesional. Al fin y al cabo, el Real Madrid quiso hacerse con sus servicios.
Su talento era vigente, pero había una delantera de época que hizo a los blancos pentacampeón, formada por Rial, Kopa, Puskas, Gento y Alfredo Di Stefano. Aunque tuvo una amistad muy estrecha con este último, tal y cómo demuestran las horas muertas que echaron en Madrid hablando del balompié, en las que nació el dicho «ganar, ganar y volver a ganar».
Entre cesiones y cesiones, llegó a Primera
Parecía no entrar como posible ejecución de esa ecuación por parte del Real Madrid. Fue cedido al Plus Ultra, Hércules, Úbeda y Recreativo de Huelva -dónde conoció a Pepa- en tercera división. Su última cesión tuvo lugar en Oviedo, con quién debutó en Primera división un 11 de diciembre de 1960 ante el R.D.C. Mallorca -club familiar para su persona en tiempos futuros-.
Luis Aragonés jugó 15 partidos y marcó cinco goles, pero su tarde más gloriosa tuvo lugar el 30 de abril de 1961 en el Camp Nou -Nou Camp- ante el F.C. Barcelona. El conjunto asturiano venció 3-5 a los blaugrana, en parte gracias a tres goles del Sabio de Hortaleza.
Fue el pistoletazo de salida a su consolidación en Primera División, sobre todo cuando el Real Madrid se desvinculó definitivamente de él. Recaló en las filas del Real Betis, mientras que los béticos vendieron a Isidro Sánchez -padre de Quique Sánchez Flores– al club blanco. Aquel movimiento generó el cólera en Santiago Bernabéu por haber vendido a una persona con tanta testosterona futbolística en sus botas.
Estaba en lo cierto, ya que Luis, fiel al carácter de su maestro Alfredo Di Stéfano, debutó el 12 de agosto de 1961 en un Betis-Fiorentina. Fue el primero de 93 partidos disputados oficiales -82 de Liga y 11 de Copa-, marcando 41 goles. Los lanzamientos de falta y de penalti perfeccionados «a base de trabajo», tal y cómo confesó su hija, y de cabeza porque «era muy listo» le dieron el estrellato definitivo. Además, todos estas dianas solían coincidir en los suculentos derbis ante el Sevilla.
De Sevilla a Madrid, y al cielo
Su papel en el Betis no pasó inadvertido, ya que explotó definitivamente sus cualidades a sus 26 años tras haber sufrido innumerables cesiones. La llamada de su vida la hizo el Atlético de Madrid en manos de Vicente Calderón, junto a otros tres compañeros: Luis Colo y Martínez. Lo hizo en 1964, año idóneo para debutar, ya que el fútbol español estuvo de alegría por la Eurocopa que cosechó España.
Si su integración en el segundo equipo de Sevilla fue de notable, su incorporación a la casa rojiblanco rozó la matrícula de honor. No solamente jugó doce temporadas de forma ininterrumpida, sino que consiguió tres Ligas -65-66, 69-70 y 72-73-, dos Copas -1965 y 1972- y un subcampeonato que dolió a todos los colchoneros -la Copa de Europa de 1974-.
Luis metió el gol de falta en la prórroga al Bayern que daba virtualmente a los colchoneros su ansiada Orejona europea, pero los últimos segundos fueron malditos para un colchoneros que terminaron abocados al partido de desempate. A continuación, el cansancio físico y mental echaron el resto y los muniqueses vencieron 4-0 el partido de desempate.
Fue la última batalla de un sufridor, pero no menos luchador y apasionado del balón llamado Luis Aragonés. También le quedó la espina de no haber podido jugar más de diez partidos con la selección española entre 1965 y 1972, pero podría volver a luchar por conseguir como entrenador lo que le faltó por levantar como centrocampista ofensivo. Pero eso es una historia que contaremos próximamente.
Imagen principal vía: Atlético de Madrid
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