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La fina frontera entre la F1 en Brasil y el año 2020

Ensayo periodístico sobre las similitudes entre el caos en los Grandes Premios de Brasil y del año de la pandemia.

La Fórmula 1 conforma un libro de Historia lleno de capítulos apasionantes que nos incita a construir un Escape Room interminable, no por su longitud, si no su atrapamiento hacia cada uno de sus momentos trepidantes. De este modo, muchas temporadas han gozado del calificativo de espectacular por sus carreras, en vez de por las luchas acontecidas a lo largo de los nueve meses de competición, lo que puede llevar a considera a la temporada 2009 como aburrida aunque hubiese tres contendientes al título, mientras que las de 2019 y 2020 tienen gran fama por sus hilos argumentales, independientemente del dominio insultante de Lewis Hamilton. 

Una de las citas embajadoras de esta nueva flecha de Cupido es el Gran Premio de Brasil,  independientemente de haberse situado durante los primeros meses del calendario, o haber sido trasladado a las últimas citas. Sin embargo, haciendo ejercicio de honestidad, podemos considerar que haber utilizado el escenario carioca como el tribunal que decidiera quién pasa a la gloria y quién no, contando con la inestimable presencia de un juez supremo excesivamente duro, la lluvia.

El agua forma parte de los cuatro elementos considerados como pilares del funcionamiento de la Naturaleza, concretamente entre la Edad Media y del Renacimiento, llegando a tratarla el filósofo griego Tales de Mileto como el principio de todas las cosas. Ubicados en el Siglo XXI, podemos decir que su raciocinio cuenta con gran sustento empírico, ya que se convierte en objeto de caos, o en su defecto, de Filomena en estado sólido como culmen un Big Ban que cambie el mundo iniciado con la llegada del COVID-19.

Ciñéndonos al sentido metafórico, este líquido elemento marca el origen de la esencia de la Fórmula 1 que tanto justifica por qué millones de aficionados sienten una enorme vocación hacia veinte locos que se dejan la vida en la pista a más de 300 km/hora. Su presencia en la pista pone en jaque el status quo de la competición, obligando a los pilotos a sacar todo lo que llevan dentro, y Brasil ha sido testigo de esta dinámica en demasiadas ocasiones, lo que han llenado las delicias de los aficionados.

Siempre se ha recordado aquella victoria de Ayrton Senna épica a principios de los 90 delante de su afición, y sufriendo todo el derroche físico que conlleva pilotar en lluvia y con menos marchas de las disponibles en monoplazas tremendamente complicados. Aquel triunfo avaló toda su borrachera de títulos, haciendo que la cita brasileña se convirtiera en el ritual que te diera un papel en La historia interminable versionada a través de los monoplazas más rápidos del mundo. Fernando lo hizo en el año 2003, su Renault tenía problemas de potencia y peligraba su objetivo basado en acabar la carrera, pero supo estar en la pista, aprovechando abandonos ajenos y sus manos en agua para adelantar los suficientes coches para colocarse en tercer lugar, posición que mantuvo tras haberse parado la carrera su primer accidente aparatoso en su carrera que le llevó a ser trasladado en ambulancia.

Aquel podio no lo puso saborear tal y como manda el protocolo, pero si se desquitó dos años más tarde con otra tercera plaza en una carrera sin sobresaltos, pero con la incertidumbre de que ocurriera porque solamente estaba deseoso de cruzar la línea de meta en la posición que tocaba para adjudicarse el título mundial y el posterior grito de «toma toma» por el título cosechado. El mismo cuidado tuvo que tener Nico Rosberg en el caótico Gran Premio de Brasil del año 2016 lleno de banderas rojas para ser segundo y seguir con paso firma hacia el título llevando únicamente el monoplaza a meta. El alemán siempre ha sido un piloto sólido incapaz de fallar en momentos decisivos, pero cuando la presión acecha, el talento propio puede llegar a sugestionarse y toca hacer esfuerzos masivos para no atraer el mal propio.

Curiosamente, atraer la espectacularidad y la belleza de una heroicidad les resulta pan comido cuando el inicio del talento bajo el agua acompaña a muchas leyendas. Mientras que Fernando y Rosberg navegaban con aparente tranquilidad en 2006 y 2016 respectivamente hacia sus títulos, Michael Schumacher buscaba una despedida de leyenda tras haberse quedado sin la posibilidad de obtener su octavo título, lo que le llevó a hacer una remontada heroica como última lección de pilotaje antes de su primera retirada, demostrando que se va siendo un gigante, llegando a pasar de la última plaza a la cuarta con adelantamientos heroicos a pilotos del calibre de Robert Kubica y Kimi Räikkönen. Por otro lado, el novel Max Verstappen demostró que su agresividad tiene provecho en el guion de esta Historia interminable al quedarse rezagado al final de la parrilla en las últimas vueltas de la cita de 2016 para realizar una remontada in extremis hasta el tercer lugar.

Pero el tercer lugar que mejor nos sabe, con permiso del de 2005 que le dio el título a Fernando Alonso, es el primer podio de Carlos Sainz en el año 2019 tras haber remontado desde la última plaza, que aunque lo consiguió sobre seco, podemos decir que su trayectoria es una continua carrera sobre mojado que le ha tocado remar a contracorriente. Además, disfrutó del podio en soledad porque el baile de sanciones le acabó catapultando hacia la tercer lugar, al igual que su ídolo 16 años atrás.

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@InterlagosTrack

Peor regusto tuvo la segunda plaza de Alonso en 2012, ya que se quedó a una posición de obtener su tricampeonato en una edición llena de cambios de líderes y de podios que acabó dejando una lucha encarnizada ante Sebastian Vettel a favor del alemán por un margen extremadamente escaso, incluso tras haber sufrido un trompo a principios de carrera, porque las remontadas siempre otorgan mayor goce a las victorias. Jenson Button tuvo lo mismo porque tras quedarse en la Q1 de una clasificación lluviosa del año 2009, realizó los adelantamientos suficientes para llevarse el título mundial que estaba deseando para arrebatárselo a un Rubens Barrichello que tanto deseaba.

Por si fuera poco, Rubens perdió su única y última oportunidad de ser campeón delante de su público, al igual que Felipe Massa sin saberlo un año anterior, pero de la forma más dramática y emocionante. A pesar de errores de bulto en Australia, Malasia o Gran Bretaña, se había quitado de su rol de escudero en 2008 para aguantar el tirón de Lewis Hamilton y, jugarse un título que parecía darle un correoso Sebastian Vettel con Toro Rosso al adelantar el inglés en la última vuelta, pero que le quitó un Timo Glock que pasó de cuarto a sexto en la última curva, dejando un final que conquistó a muchos aficionados, pasando de «Alonsievers» a apasionados por la Fórmula 1.

La mayoría de todos estos sucesos tuvieron lugar en agua, elemento que alteró completamente muchas de sus carreras para poner a prueba la naturaleza de muchos de sus pilotos, haciendo que esta competición pasara a convertirse en un guion digno de Steven Spielberg. Esta locura llena de atractivo a la Fórmula 2, pero es la misma que ha caracterizado a un 2020 tan odioso por parte de la Humanidad. De este modo, queda demostrado que el exceso de incertidumbre y emoción nos llena al ver una obra de Teatro, pero cómo el terror acecha en nuestras entrañas si nos toca ser protagonistas. Sin embargo, la realidad es que somos artistas a tiempo completo durante un cheque en blanco que nos da la vida y nos permite vivir diferentes cepas en el ciclo vital, al igual que los pilotos mencionados caracterizados por desempeñar distintos roles en cada una de las carreras disputadas en Brasil, por lo que la cita carioca no merece marcharse.

 

Fuente de la imagen: @InterlagosTrack

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