El Celta de Vigo consigue resucitar gracias a Iago Aspas. Los celestes se fueron perdiendo al descanso pero consiguieron darle la vuelta al marcador.
Lo que ha sucedido hoy en Vigo va a ser con total seguridad la imagen de esta jornada y una de las más destacadas de la temporada. Los que hayan visto el partido me entenderán. El partido que ha tenido lugar esta tarde entre Celta y Villarreal ha sido tan sumamente emotivo y llamativo que no ha dejado indiferente a nadie. Ambos equipos se jugaban más que tres puntos, se estaban jugando media temporada.
Seguramente a cualquier aficionado que le guste el fútbol al nombrarle el Celta o Villarreal jamás pensaría que están actualmente luchando por no descender. Pues hoy, el Celta partía con veinticinco puntos en decimoctava posición y justo cuatro puntos por encima, figuraba el Villarreal en decimoséptimo lugar. Duelo tenso, ya no solo por ser dos equipos de fuerzas parejas, si no porque el triunfo del Villarreal podía hundir al Celta y abrir una zanja de siete puntos, muy difícil de salvar. Además del contexto en el que les acabo de exponer, el partido era tremendamente especial para toda la afición celeste pero en concreto lo era para un jugador, Iago Aspas, que volvía a los terrenos de juego después de mucho tiempo lesionado.
El partido comenzó con miles de gargantas celtiñas cantando y alentando a los suyos para que se dejasen el alma. Sin embargo, el fútbol es caprichoso y, primero Toko Ekambi y Predraza (en una jugada muy de Messi) después, ponían el marcador en un 0-2 que convirtió el estadio de Balaídos en un cementerio. No se oía absolutamente nada, todos los aficionados enmudecieron viendo la que se les venía encima.
Un Villarreal que en la primera parte supo contemporizar, jugar a sus anchas y poner en serios peligros al Celta, estuvo a punto de anotar algún gol más, pero la puntería y el portero celeste abortaron sus intentonas. El Celta por su parte, era un equipo debilucho, blandengue y sin identidad. En defensa Hoedt y David Costas eran continuamente desbordados por los atacantes del conjunto de Castellón, Lobotka y Yokuslu no estuvieron finos y arriba, por mucho que Iago Aspas y Maxi Gómez lo intentaban, parecía imposible anotar. Y con el silencio en las gradas y un resultado totalmente adverso para los locales terminaba la primera parte. Excepto algún aficionado celeste, que estoy seguro que habría, el resto del planeta jamás habría pensado que el Celta era capaz de remontar este partido.
En la segunda, el Celta salió con otra cara totalmente opuesta. Apenas en tres minutos de la segunda mitad ya había disparado dos veces a puerta, mostrando que si iban a morir no iba a ser sin intentarlo. Por el contrario, y como mencioné antes, el fútbol es caprichoso y al Villarreal les pilló el tornado celtiña sin siquiera haberlo visto venir. En el minuto cincuenta de choque, el Villarreal cometía una falta en la frontal de su área y ahí se desencadenó todo.
Aspas cogió el balón, lo posó con mas fe que nadie sobre el verde de Balaídos y golpeó con su calidad característica. Golazo. El estadio entero se llenaba de ilusión y empezaba a confiar en su héroe, ese que llevaba tres meses sin poder pisar el templo celeste.
El equipo de Fran Escribá comenzó a creérselo y no cesó de intentarlo por todos los frentes del ataque. Los de Javi Calleja, se amedrentaron y quisieron hacer bueno el 1-2. Como dijo el propio Mario Gaspar una vez acabado el partido «por miedo a perder» acabaron yéndose hacia atrás. Y cuando tienes miedo a perder, pierdes. El Celta colgó un centro desde su banda izquierda cortesía de un Olaza ,que cuajó un buen partido, que remató Maxi Gómez con una facilidad pasmosa ante toda la defensa del Villarreal. Imaginen las gradas de Balaídos sumidas en júbilo y dando botes de alegría.
Sin embargo esto no iba a quedar aquí. El héroe de Vigo, ese que había sufrido tanto estos tres meses por ver que el equipo de su corazón iba de golpe en golpe, de derrota en derrota, cayendo hasta el abismo de la clasificación, quería terminar y culminar su vuelta a lo grande. Y así fue. En una buena jugada colectiva del Celta, Víctor Ruíz comete un penalti clamoroso sobre Brais Méndez y Aspas no dudó en coger el esférico, volverlo a acomodar como ya hizo en la falta y para dentro.
El Celta acaba de remontar un 0-2 en contra y como dijo el propio Aspas «con más ganas que fútbol». Tras esto, Escribá decidió sustituir al de Moaña que se llevó una atronadora ovación por parte de sus aficionados, lo que provocó que rompiese a llorar en el banquillo. Entre lágrimas, confesó que no se habían merecido estos meses atrás tener esa afición que hoy les había recibido, apoyado y alentado hasta el final. Lo había pasado mal, había sufrido, pero hoy volvía a ser el héroe.
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