Artículo de opinión sobre los malos entendidos que existen entre la fidelidad y quedar abocado al rol de escudero.
Mucho se ha hablado del papel de escudero de Rubens Barrichello en la época dorada de Michael Schumacher, que curiosamente ha sido comparado por el ejercido por Valtteri Bottas ante Lewis Hamilton con su llegada en Mercedes. En la misma medida, Carlos Sainz ha sido considerado objeto de prejuicios centrado en un hipotético rol de «piloto secundario» en Ferrari a la sombra de un piloto de la casa, Charles Leclerc.
Por si fuera poco, el papel de Sergio Pérez durante sus primeras carreras como piloto de Red Bull, se alejó en términos de resultados de su compañero Max Verstappen. Este hecho provocó que muchos de sus principales defensores lo etiquetaran como «embajador» o «escudero del jefe de filas».
De este modo, una de las temporadas que más expectación ha generado en la Fórmula 1 pasó a convertirse en un juzgado en el que las sentencias ignoraban el valor del cronómetro. Al fin y al cabo, los líderes y los supuestos «embajadores» han existido a lo largo de la Historia, pero los papeles o, en su defecto, el velocímetro ha puesto a cada competidor en el lugar que le pertenece.
Precisamente fue el cronómetro lo que puso a Fernando Alonso a prueba en su regreso a la Fórmula 1. El hecho de haberse visto superado por Esteban Ocon creó escepticismo sobre el estado de forma del 14. Pero el bicampeón mostró un ritmo de carrera muy sólido en Portugal que le llevó a la octava plaza, que aún así, le hizo ubicarse detrás del galo Ocon.
Este hecho no hizo catalogar al piloto español como escudero cuando la lógica podría considerar que un piloto de 40 podría estar supeditado a los intereses de un jovenzuelo que comparte nacionalidad con la marca, Alpine.
Además, ¿en qué cabeza cabe equiparar la lealtad al hecho de hincar la rodilla ante un supuesto jefe de filas sin haber puesto la carne en el asador? Suele hablarse de la lealtad del perro hacia su dueño al vaciar su corazón por quién le cuida.
Ciñéndonos al panorama de la Fórmula 1, la fidelidad se plasma por el amor que pones ante cierta marca que ha apostado por ofrecerte un porvenir epicureísta. Renault le dio todo a Fernando Alonso, como Red Bull se lo ha dado a Verstappen y Ferrari comenzó a hacerlo con Charles Leclerc.
El bien de la marca se basa en ofrecer el 100 % en cualquier rol que ejerzas para cierto emblema que te ha ofrecido entrar en su mítica historia. Por tanto, el hecho de ver a alguien marcando tiempos extremadamente inferiores ante el supuesto «piloto mimado» abren la duda del espectador para que piense: ¿este es el nivel digno de la lealtad hacia una marca legendaria?
Lo mismo que la impaciencia en grandes escuderías no han terminado con buen pie; y en Ferrari ha ocurrido con Alain Prost, Fernando Alonso o Sebastian Vettel, la falta de igualdad de tiempos entre compañeros hacen entrever un posible déficit de competitividad por parte de un determinado equipo.
¿Por qué las escuderías deben jugársela todo a una carta? Lo cortés no quita lo valiente y puedes ceder posición si se da la situación en la que eres más lento, pero dicha situación no te da derecho a sugestionarte y perder competitividad. Porque la lealtad no es sinónimo de sumisión.
Imagen principal vía: @F1
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