Hace años, un hombre fue capaz de recoger el legado de Ronaldo Nazario y de convertirse en el emperador de su país. Adriano Leite Ribeiro pasó de estar en la cima del fútbol mundial a ser una de las mayores desilusiones futbolísticas en la historia del deporte.
Corría el año 2002 cuando Ronaldo Nazario disfrutaba de sus últimos años sobre el terreno de juego. Un emblema del fútbol mundial y la figura principal del Brasil de la época, ficharía por el Real Madrid, siendo el culebrón de ese verano. Todo el mundo quería ver a Ronaldo, pero también se preguntaban cuántos años más podría rendir al máximo nivel. Las frecuentes lesiones dejaron marca en la historia del, ahora, presidente del Real Valladolid.
En este contexto, y para salvar a toda una nación, llegó un joven corpulento de 1’89 de estatura. Adriano Ribeiro fichaba por segunda vez por el Inter de Milán en la temporada 2003-04, tras su brillante paso por el Parma. En su paso anterior por la Fiorentina, ya empezaba a desarrollar ese físico tan característico, tan potente. Muchos veían en él el futuro Ronaldo.
Bajo esta etiqueta llegó a Giuseppe Meazza y fue convocado para jugar la Copa América del 2004 con Brasil. Su estilo al jugar, su potencia, su carácter y su gol hizo que el público lo viera como el sucesor de `El fenómeno´. En este mismo año, Adriano fue bautizado como `El emperador´, en honor a Publio Elio Adriano, emperador del Imperio Romano.
Fue el nacimiento de una estrella. Títulos, dinero, fama, portadas en videojuegos… Adriano Ribeiro estaba cumpliendo su sueño. El joven que nació en una favela de Río de Janeiro entre armas, pobreza y droga, se hizo un hueco entre los mejores futbolistas del mundo, donde no se le veía límites. 109 goles en 259 partidos en clubes consagraban al número uno del momento.

En el año 2006, después del Mundial de Alemania, comenzó el declive para la figura brasileña. En estos momentos, después de hacer una temporada de escándalo con el Inter, Adriano se tomó las confianzas suficientes para llegar tarde a los entrenamientos, salir de fiesta hasta la madrugada e incluso a coquetear con las drogas. Su autoconvencimiento de ser el mejor del momento llevó al delantero brasileño a tomarse unas excesivas confianzas que marcaron su futuro.
De un año para otro, Adriano bajó de forma estrepitosamente. Por aquel entonces, Javier Zanetti, exjugador y excapitán del Inter, estuvo en uno de los peores momentos del brasileño. Cuando sonó el teléfono del emperador y le comunicaron que su padre había muerto, el mismo Zanetti contó que Adriano se volvió loco. Siguió jugando al fútbol, pero ya no era el mismo, no tenía ambición, ni ganas ni fuerza y entró en una depresión de la que muchos años después logró salir.
Volvió a Brasil para recuperar sus raíces, desconectar del mundo de la fama, del dinero y de las drogas, y meses después volvió a Italia, pero nunca volvió a ser el emperador. Continuas depresiones, lesiones, drogas, alcohol y la vida que le perseguía de la favela hizo que el Inter de Milán rescindiera su contrato en el año 2009.
Volvió a Brasil para recuperarse al 100%, prometiendo volver como el futbolista que era antes, pero se quedó en eso, en una promesa.
Fue un jugador que jamás pudo salir de las favelas, atado mentalmente por los barrios de Brasil y por la violencia de sus calles. Sus vicios, su actitud conflictiva, el desinterés y las depresiones cortaron la carrera a un joven jugador que, si él mismo se lo hubiera propuesto, hubiera sido el mejor del mundo.
Adriano Leite Ribeiro, un jugador de escándalo, una fugaz estrella que se consumió a un ritmo vertiginoso en el mundo del fútbol… y también, un verdadero reflejo en el que los jóvenes futbolistas de hoy en día deben mirar para tener claro cómo sí y cómo no triunfar en este bello deporte.
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