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Imola pone a cada uno en su sitio

Reportaje sobre cómo la ley de causa y efecto se ha impuesto en el circuito de Imola.

El circuito de Imola siempre ha respirado historia y la edición de 2021 no quiso ser la excepción. El peso de su presencia en la leyenda de la Fórmula 1 quedó fuera de toda duda al haber sido testigo de momentos que marcaron un antes y un después en la competición.

El duelo Digier Pironi y Gilles Villeneuve, la muerte de Ayrton Senna en 1994 tras haber tenido un inicio dubitativo en Williams, la victoria de Michael Schumacher en 2003 días antes de la muerte de su madre y tras haber tenido un inicio dudoso de año o la de 2006 al haber quedado casi descartado por el ciclón del binomio Renault-Fernando Alonso que le derrotó precisamente un año antes fueron una muestra de su afán por poner las cartas sobre la mesa.

Sustituto de lujo para exponer la realidad

Cabe destacar que la pista trasalpina apareció en 2020 como alternativa a la cantidad de trazados que se borraron de la competición en el año de la pandemia. De este modo, el propio circuito puso sobre la mesa cómo su espectacularidad y nostalgia salvó al espectáculo. Sin embargo, la nostalgia pudo más que la propia emoción e incertidumbre, ya que Lewis Hamilton venció sin despeinarse.

Nada más lejos de la realidad, la prueba de la temporada 2021 volvió a dejar imágenes para el recuerdo. No solamente por haber vuelto a actuar como as de la manga, sino por dejar una carrera que pone «a todo el mundo en su sitio». Imola es la sucesora del tiempo como juez que pone cada hecho en el lugar que le corresponde, ya que se convirtió en el representante de los sucesos que marcan el paso de cada unidad temporal.

Protagonismo del karma

El  accidente de Yuki Tsunoda al inicio de la clasificación provocó que una cara archiconocida en el periodismo de la Fórmula 1 dijera aquel tópico de «la Fórmula 1 pone a cada uno en su sitio». No le faltaba razón, ya el salto a la máxima categoría exige talento y, sobre todo, muchísima resiliencia ante los errores, sobre todo en un trazado desmarcado de la tónica impuesta por el sello de German Tilke.

El hecho de tocar un piano en el momento inadecuado podía penalizarte, tal y cómo le ocurrió a un Carlos Sainz en la Q2 que le alejó del top 10. Pero fue precisamente el madrileño quién pasó del hundimiento prematuro del paraíso Ferrari hasta unirse al reflote de una escudería testigo de su resurgimiento. Aunque la impaciencia y el afán de remontar con la mayor brevedad le llevó a tener dos salidas de pista, sacó a relucir su consistente ritmo de carrera hasta el punto de haber tenido posibilidades de luchar por el podio.

Finalmente, acabó en una meritoria quinta plaza, que aunque al principio de la prueba hubiera sabido a oro por haber arrancado en 11º posición, una mente ambiciosa puede sentir que se quedó con la miel en las labios al haber llegado a final de carrera a situarse cerca de Lando Norris y Charles Leclerc que finalizaron tercero y cuarto respectivamente.

Equipos definidos y equipos al son de un piloto

Lando y Charles tuvieron unas actuaciones que retratan su enorme lealtad y mayor responsabilidad de una Ferrari y McLaren que observaron plácidamente como el amor a unos propios colores actúa como una epidemia contagiosa que transforma drásticamente el futuro de una institución.

Mientras que los dos equipos más prestigiosos de la categoría fueron testigos del inicio de la recuperación de su prestigio, otros veían amenazado su posicionamiento por centrar todas sus esperanzas a una carta. Valtteri Bottas dejó entrever un rendimiento a años luz del hectacampeón Lewis Hamilton. Su labor como escudero llegó en forma de accidente superlativo con George Russell para forzar la bandera roja cuando Hamilton había cometido un error que le iba a llevar a perder sus opciones a podio.

Arrieritos somos…

Al fin y al cabo, la lluvia y la meticulosidad que siempre exige el trazado Enzo y Dino Ferrari provocaron que el error no fuera ajeno a ningún piloto. Además de los cometidos por Tsunoda -también en carrera para alejarle de los puntos-, de Sainz y de Hamilton, Sergio Pérez tuvo una cantidad de fallos que le costaron los puntos y la pérdida del principal aliado de un Max Verstappen dominador, pero que una salida de pista por detrás del coche de seguridad estuvo cerca de penalizarle.

Incluso Fernando Alonso, el piloto endiosado y venerado por una afición que antepone la bandera al propio gusto, acabó viendo cómo para bien o para mal, la pista siempre da baños de realidad. El asturiano se vio superado por Esteban Ocon y por su ligereza verbal. Las palabras acaban poniendo mayor presión bajo el hablante que las esboza con un exceso de autoestima, ralentizando el proceso de volver a empezar por parte del español tras su retorno.

…y en el camino nos encontraremos

EL 14 se salió de la pista en varias ocasiones, humanizándole en mayor medida y, sobre todo, demostrando que su capa de dios divino impuesta por patriotas irracionales fue únicamente fruto del alejamiento hacia el maravilloso olor de la Fórmula 1.

Porque el olor a competición baña de testosterona a cada persona adicto al arte de ganar, pero este componente químico debe dejarse fluir, tal y cómo hizo un Kimi Räikkönen que cuajó una gran carrera que perdió en los despachos. Porque realizó una gran exhibición de pilotaje a base de consistencia demuestran que el talento y la velocidad van aparte a la edad.

Veterano y novel, da igual si vives la competición

Si Kimi fue la muestra de mantener un buen estado de forma a pesar de la veteranía, el vencedor Max Verstappen demostró cómo la avaricia por ganar puede ir refinando hasta realizar una carrera impecable que le llevó a la victoria. Su solidez estuvo solamente al alcance de un Lando Norris que volvió a dejar vigente la compatibilidad de sonreír compulsivamente y ganar como mandan los cánones. Al fin y al cabo, no es nada fácil mantener a raya a un Charles Leclerc que acabó abrazando a la prudencia que a la avaricia.

En definitiva, el tiempo pone a cada uno en sitio al son de la ley «causa y efecto». Porque si Leclerc mantuvo la cautela para sumar puntos, Sainz no dudó en mostrarse incisivo o Tsunoda no tuvo miedo a arriesgar, otros supieron entender cómo la causa de ganar amando la velocidad debe ser objeto de perdón. El hecho de haber visto cómo Mick Schumacher fue tranquilizado por su equipo al cometer un trompo y, posteriormente, haber vapuleado a Nikita Mazepin, retratan como Imola se ha convertido en el laboratorio dónde el concepto de tiempo adquiere significado científico. 

 

Imagen principal vía: f1.com

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