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El Valencia, un equipo sin alma

No hay mayor tristeza que ver a tu equipo jugar por obligación. El espíritu bronco y copero ha desaparecido.

El Valencia quiere pero no puede. Los futbolistas deambulan por el verde como animas en un purgatorio. El entrenador no sabe qué hacer cuando las cosas no le salen como pensaba. Una idea de juego que aún no conocemos. El equipo ché tiene más problemas que un libro de matemáticas y las soluciones no las puede encontrar en la última página.

En la tarde de ayer, el conjunto de la capital del Turia visitaba Ipurúa con una oportunidad de oro para reengancharse a los puestos europeos. Todo parecía que se iba a conseguir, pero un buen planteamiento de Mendilibar, un gol en propia puerta de Kondogbia y una mala reacción de Celades logró que el conjunto blanquinegre viese que la oportunidad se esfumaba delante suya. Finalizó el partido, el valencianismo ardía en redes y ningún futbolista dio la cara. El alma del equipo volvió a guardarse en la cajita de Davy Jones.

¿Qué pide el valencianismo a su club? ¿Pide que ganen la Liga jugando al tiki-taka mejor que la selección de Luis Aragonés? No. El aficionado ché quiere compromiso, actitud y un proyecto deportivo claro, es decir, lo que tenían con la dupla Marcelino-Alemany y rompieron por egoísmo. En Valencia se sabe desde hace mucho que la culpa no la tiene el alfil sino el que lo mueve. El club se ha convertido en una marioneta de un titiritero que vela más por el dinero que por el cuidado de aquello que un día se comprometió mantener.

Se suele decir que el fútbol es un negocio y el Valencia se ha convertido realmente en una empresa. No lo digo yo, lo dijo el actual presidente de la entidad en una entrevista a un periódico inglés tildando de funcionarios a los miembros del club e incluso al mismo entrenador que pusieron a dedo. Meriton ha tenido sus luces y sus sombras, pero siempre que el club está atravesando un buen momento se empeñan en acabar con él para empezar de nuevo. Es un harakiri continúo y el valencianismo se ha cansado ya.

El murciélago ha perdido la orientación partido tras partido y su sed de sangre se ha visto reducida a momentos determinados. Busca volar alto y conseguir grandes metas, pero cuando está a punto de conseguirlo un golpe de realidad le hace aterrizar de forma brusca contra el pavimento. Caerse para volver a levantarse se ha convertido en una máxima valencianista que en los últimos años se ha ido repitiendo con frecuencia. Para recuperar el alma se ha de recuperar la ilusión y hoy en día no la tiene ni Españeta.

 

Imagen principal: Valencia CF

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