Con el resultado de siempre (1-0) y con el juego de siempre, el Atlético de Madrid derrotó al Valladolid en casa. En el partido más prototípico de los del Cholo, un gol en propia meta del defensa Vallisoletano Joaquín dio la victoria a los rojiblancos frente a un Valladolid que seguramente mereció más.
Necesitaba ganar el Atlético de Madrid con la excusa de aplazar el alirón del Barça, al menos hasta que cayera la noche, y con ese objetivo y la voluntad de asegurar la segunda plaza en el campeonato, dejó en la estocada a los pupilos de Sergio. El Valladolid entró bien al encuentro y en los primeros compases Sergi Guardiola ya exigió a Oblak. Los de Pucela bien organizados esperaban su oportunidad, sobre todo a través de centros al área buscando a los delanteros. La primera parte transcurrió en la igualdad con un Atlético de Madrid que no puso en apuros a Masip, el desborde de Lemar y alguna carrera de Morata y Griezmann fue toda la producción.
El segundo tiempo fue más de lo mismo, la entrada de jugadores de refresco como Correa y Rodri dinamizaron al conjunto rojiblanco pero lo que estaba fallando era el último control, como le pasó a Griezmann en dos ocasiones. A todo esto, llegó el gol. Ya con Saúl en el lateral izquierdo después del cambio de Filipe por Correa, un centro del ilicitano acabó en gol en propia por la mala fortuna de Joaquín que cabezeó a su propia portería dejando sin opciones a Jordi Masip.

La mejora del Valladolid
Desde el gol, el Valladolid fue mejorando progresivamente hasta poner en apuros a los locales en los últimos diez minutos. Los pucelanos ganaron presencia en el área y la zaga atlética vivió momentos de cierto aprieto. Primero fue Óscar Plano con un golpeo desde fuera del área el que puso en apuros a Oblak y después con el partido en las últimas, Miguelín estuvo a punto de marcar, haciendo trabajar a Oblak de nuevo. Y entre medias, una acción polémica en la que el árbitro tras consultar el VAR no concedió un penalti para el Valladolid que parecía claro por mano de Santiago Arias.
Con el pitido final, recibieron el mensaje en Barcelona de que tendrían que salir a ganar, como así hicieron, mientras que en Pucela la sensación de irte con menos de lo que mereces de un campo tan importante dejó al equipo y a la parroquia cabizbajos.
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